Los mitos de la tierra sin mal: el lobizón
- elcantodelcronopio
- 15 dic 2018
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Por: María José Alcaráz Meza
Es viernes.
Las horas avanzan peligrosamente hacia la medianoche.
Las nubes son un velo que cubre la cara llena de la luna, pero su luz atraviesa el negro de los árboles y se cuela por las ventanas de las casas.
El séptimo hijo varón del hogar se desprendió de sus ropas.
Es una criatura asustada caminando en círculos en el monte mientras reza un credo.
La luz de luna roza su piel.
Duele tanto como el filo de un cuchillo.
Los últimos murmullos del Credo se desprenden de sus labios.
Se retuerce en la metamorfosis, su cuerpo flaco muta al de un perro negro, escuálido y feroz.
Habrá una madre continuando con el rezo del Credo en la seguridad del hogar.
Y el primer aullido, al que se unen los aullidos de los otros perros.
El lobizón es saqueador de las casas y sus gallineros.
Los vecinos reconocen el aullido y cierran las puertas.
Pero la furia de uno de estos y la determinación a acabar con el miedo, lo lleva a bañar una bala en agua bendita.
El cazador va en busca de la bestia del monte.
Un disparo.
Un aullido.
Un rezo.
Y el lobizón fugitivo, hijo protegido de la luna llena que mancha con su sangre el monte en su huida.
Despertará al día siguiente, enfermo y atormentado por los pecados de la bestia.
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