Florescer:
- elcantodelcronopio
- 2 dic 2018
- 4 Min. de lectura
Por: Araceli Almirón
Les quiero contar el porqué del nombre de esta sección nueva en el programa. Hay un fragmento muy conocido titulado “Con el tiempo”. Algunos se lo atribuyen a Borges, aunque en realidad es un texto de Verónica Shoffstall traducido del inglés. En una parte dice “Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores”.
El nombre de la sección es FlorecSER una palabra que encierra el proceso de dar flores pero que también lleva implícita la palabra ser. La idea de este nombre es que aquello que florezca sea el ser, cultivar esa flor que tenemos dentro nuestro: el amor propio. Para dejar de buscar en el otro, para dejar de buscar afuera, el amor que está dentro nuestro, esperando a ser cultivado.
Este fragmento representa el objetivo que persigue esta sección en la que vamos a abordar diferentes temas como el amor. El amor propio es un amor que florece desde adentro, que podemos regar todos los días y trabajarlo, que te hace florecer y ser. Florescer se trata de cultivar el amor propio de uno, para dejar de buscar afuera cosas que no nos llenan porque no son las que necesitamos, porque la respuesta está dentro nuestro.
Buscamos reflexionar un poquito del amor, pero corriendolo del lugar que siempre ocupó. Ahora vamos a hablar un poco de deconstruir el amor, pero no cualquier tipo de amor sino el amor romántico que es el que más cargado de ideales y estereotipos sociales está. Al punto de que cuando uno habla de amor se asocia casi de manera directa al amor de pareja.
Para empezar hablemos del término deconstruir que también lleva implícita otra cuestión, que para deconstruir primero se construyó. Y deconstruir, no es destruir, sino que es tirar abajo algo para construir algo mejor, más fuerte, más sano. Como todas las cosas que aprendemos en nuestras vidas en sociedad existió una construcción social, que se puede destruir y reconstruir. Todo esto engloba el concepto de deconstruir..
Mucho se ha hablado sobre deconstruirnos, para los que no están muy familiarizados deconstruir vendría a ser replantearse prácticas cotidianas que nos enseñaron y reproducimos sin cuestionarlas. ¿Pero y cuando nos referimos al amor? Difícil describir este sentimiento que ocupó a filósofos, poetas y artistas.
Para empezar podemos decir que el amor es una construcción social y cultural, por esto es diferente dependiendo de cada sociedad. En esta construcción interfiere la familia, la educación, los grupos donde uno participa, la religión. Es un sentimiento vivido de manera colectiva y también individua porque cada persona tiene un concepto abstracto y personal.
Lo que sí podemos decir es todo lo que el amor no es. El amor no es dependencia, el amor no es posesión, el amor no es control, el amor no es celos, el amor no es sacrificio, el amor no es aguante. Cuestiones tan naturalizadas como "si me cela es porque tiene miedo de perderme", "no salgo porque a él/ella no le gusta", “no me junto más con el/ella porque a mi pareja no le cae bien”.
El amor es otra cosa, seguro que cada uno tendrá un significado diferente, pero amar es libertad y tener la libertad de ser al lado de otra persona, al lado, acompañándose mutuamente. Es elegir compartir y coincidir con una persona. El amor está buenísimo sí, porque cuando deja de estar bueno no es amor. La cantidad de cosas que habremos hecho en nombre del amor.
El sentido del sacrificio, del aguante, del sufrimiento es algo que deberíamos separar del amor. Difícil, seguro que sí, por todos los ejemplos que tuvimos. Nuestras abuelas se casaban para toda la vida, no porque el amor de antes era mejor, sino porque les enseñaban a aguantar a sus maridos. Y porque ser esposas era la finalidad de sus vidas también.
Otros reproductores de esta concepción de amor romántico son las películas, series, canciones que consumimos cotidianamente. Nos venden cosas cómo que la chica sufrió un montón, pasaron una cantidad de conflictos pero si el amor es fuerte tiene un final feliz.
Y allá va una generación de mujeres que intenta incansablemente llegar a ese final feliz como un maratonista anhela el final de la carrera. (En tal caso el amor no sería la línea de llegada, sino el camino que uno atraviesa y elige atravesar con otra persona, desde la libertad, la compañía, el respeto).
En esta cuestión de las películas también se refuerzan los roles de género, en el que la mujer indefensa espera encontrar a ese príncipe que la complete y la haga feliz. Ese príncipe que en realidad la mayoría de las veces es un sapo, pero está tan cargado de idealizaciones que no lo vemos. (Históricamente nos vendieron que estamos incompletos y que tenemos que encontrar a esa parte que nos complete).
Y estas estructuras se repiten en la vida cotidiana, las aprendemos y las reproducimos constantemente. El peligro con la idealización es que es como un vidrio empañado, que no te permite ver nítidamente, que parece ser un reflejo fiel de lo que está del otro lado cuando en realidad no se ve lo que está del otro lado del cristal. Y entonces atribuimos características que no existen, vemos cosas que no son, o mejor dicho vemos las cosas como nos gustaría que sea, como nos enseñaron que debería ser acorde a los estereotipos que tenemos tan naturalizados.
¿La solución? Es un proceso largo, constante, de desaprender y volver a aprender, de cuestionarnos a nosotros mismos y a los estereotipos que conviven y median nuestros vínculos humanos. Un proceso diario, cotidiano, de analizarnos a nosotros mismos y también lo que queremos para nosotros. Ya no desde lo normado, sino desde la consciencia de uno mismo.
"Si duele no es amor" dice un graffiti que está en el cruce de las calles Santa Fe y 9 de julio, y pienso cuánta razón tiene. ¿Y cuántas veces lastimamos y nos lastimaron en nombre del amor?
Por suerte, acá también va otra generación de mujeres que está empezando a despertar.
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